Esta no es una pregunta fácil y probablemente haya muchas respuestas diferentes.
Están las personas que quieren organizarse para:
• Hacer muchas más cosas.
• Lograr hacer tareas en menos tiempo.
• Tener más control sobre sus días.
Te voy a decir la verdad: a nosotrxs no nos interesa nada de todo eso.
Bueno, algo de eso puede ser un efecto colateral de organizarse, pero de ninguna forma nuestro objetivo va por el lado de la productividad o el control.
De hecho, nos gusta bastante poco la productividad. Desde todos lados nos dicen que tenemos que hacer más, que tenemos que ser nuestro propio jefe, que tenemos que aprovechar el tiempo, tener un montón de títulos, de emprendimientos, etc.
Entonces, ¿para qué organizarse?
El principal objetivo es: ganar tranquilidad y vivir más relajadxs. Si logramos eso, creeme, el foco y la “productividad” se van a dar solas.
El estrés es un problema específico de esta época de sobreestimulaciones y múltiples demandas (hasta no contestar un whatsapp puede suponer un problema).
Veamos la diferencia generacional: nuestros abuelos vivían en un mundo más lento. Había una hora determinada para hacer llamadas telefónicas, había revistas en el baño, la televisión estaba fija en un ambiente de la casa (si es que había).
También se aburrían, miraban el techo: tenían tiempo para pensar. No es sorprendente, si querías hablar con alguien tenías que conformarte con las personas que tenías cerca.
Hoy no hay mucho espacio para aburrirse, ni para pensar. ¿Nos aburrimos menos? Puede ser.
Pero también estamos todo el día en permanente estado de alerta entre ringtones y notificaciones. Al final del día, es probable que no hayas estado ni 10 minutos en soledad, en silencio, pensando.
Conclusión: estamos mucho más tiempo comunicándonos con los demás y casi nada de tiempo comunicándonos con nosotrxs mismxs.
De eso se trata organizarse, de frenar y dedicarte un momento a solas con vos. Para pensar tus cosas, tu vida, tus problemas.
Organizarse no significa tener una rutina inamovible.
Organizarse se trata de bajar tus ideas a tierra. En todo caso, se trata simplemente de organizar tu mente y tus ideas.
Se trata de un cambio de hábito: en lugar de acumular tareas y preocupaciones en tu mente (que se te aparecen súbitamente a lo largo del día, como un escalofrío), empezar a anotarlas y sacarlas de tu cabeza.
Ese es el primer paso de toda organización.
¿Sabés cuál es la mejor parte?
Que para hacerlo solamente hace falta un lápiz y un papel.
La regla de oro de la organización es:
• Tené siempre algo para anotar cerca.
• Cada vez que se te cruza algo pendiente o molesto, anotalo, donde sea.
Lo más difícil es hacer el “switch”, pero te prometo que si adquirís este hábito, todo lo demás te va a resultar más fácil y agradable.
Entonces…
¿Ya tenés tu anotador al lado?